Pintora: Remedios Sánchez
Escritora: Mercedes Peregrín
Remedios pintó este cuadro con la intención de que un alumno de escritura lo relatara. Aquí podéis ver el resultado de ambos trabajos de libre creación.
«Hace un domingo maravilloso. Voy en busca de Juanito con la correa en la boca y le insistiré para que me saque. ¡Siento en mis venas caninas la necesidad de aventura!».
—Espera Yaco, termino matemáticas y nos vamos.
«¡Guauu! ¡Vamos hacia el lago de la urbanización! Ya sé lo que le voy a contar a Rocky.»
—Os dejamos sueltos, pero portaos bien —decía Jorge, el amo de Rocky.
—¡Guau, Yaco! Estoy deseando que empieces a contarme, ¡qué larga se me hace la semana! Cada día recuerdo todo lo que me cuentas los domingos y más que aquí, me parece que vivo en Inglaterra. ¡Cómo has cambiado mi vida! Sitúame como tú siempre haces.
—Guau, imagina una vez más el bosque que rodea el castillo. Ancianos tejos,robles centenarios, testigos de mitos y leyendas que podrían ponerte el vello de punta, con sus característicos olores a tierra castigada por lluvias interminables. Pero en esta ocasión voy a contarte algo muy distraído.
—Por favor, Yaco, no me sitúes más ,¡cuenta!
—Recuerda que junto al castillo había un foso, ya sabes cuál era la función del foso, ya te lo conté otro día. Pues bien, este se abastecía del agua de un pequeño lago, afortunadamente para mí, bastante abandonado. Rodeado de vegetación salvaje porque allí no llegaban los jardineros .¡Te puedes imaginar que era el lugar favorito de nuestras reuniones caninas! Sobre todo cuando venían los invitados de Sir Williams con motivo de alguna celebración importante: Bonfire Night, cumpleaños, puestas de largo de alguna ahijada de mi amo... Mi amigo Moon había venido en esta ocasión acompañando a Sir Percival, su amo inseparable, y había quedado bajo mi custodia, según palabras de mi amo que aseguró a su gran amigo mi seriedad y honradez. ¡Guau! Cuando calculamos que el whisky escocés estaría haciendo el efecto por nosotros deseado corrimos hacia el lago. La noche estaba oscura, nadie notaría nuestra ausencia pues desde lejos se oían las risas, los comentarios jocosos y las canciones tanto clásicas como modernas.
—Yaco, por favor, no me sitúes más, sigue.
—¡Guau! Es que quiero que entres allí, que lo veas conmigo, que escuches la música lejana, que huelas el cieno del lago... Pues lo cierto es que, sin ponernos de acuerdo, los dos, Moon y yo,sentimos el deseo imperioso de revolcarnos por ese cieno, de rodar por la orilla una y otra vez y caer en las frías aguas del lago. No podíamos parar. La fuerza de nuestra condición animal nos arrastraba, el deseo contenido de tanta etiqueta rompía dentro de nuestros cuerpos. Era algo contra lo que no podíamos luchar, parecía en aquel momento, que estábamos dando satisfacción al apetito de todos los perros del mundo en una verdadera rebelión por recuperar nuestro propio ser, nuestra ansiada libertad. Así seguimos no sé cuánto tiempo hasta que al fin nos tiramos sobre la hierba extenuados, pero inmensamente felices. Te digo de verdad, Rocky, que fue el día más feliz de mi vida. En el que fui más perro que nunca, y no me arrepiento.
—Juanito —decía Jorge—, tenemos que volver, a las siete tengo la clase de guitarra con mi padre,nos llamamos o nos mandamos WhatsApp.
—Guauuu, Yaco, gran amigo, esto nunca lo voy a olvidar. Te espero el domingo próximo. Esta noche pienso soñar con tu aventura en el lago de Sir Williams y cuando esté estresado por algo, me revolcaré contigo y con Moon una y mil veces por el cieno de las orillas del lago; me tiraré sin pensarlo a sus frías aguas y dejaré que penetre en mí todo el espíritu canino sin oponer ninguna resistencia.
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