Pintora: Loubna Mellouk
Escritora: Isabel Andrade
Loubna creó este cuadro con la intención de que un alumno de escritura lo relatara. Aquí podéis ver el resultado de ambos trabajos de libre creación.
El maltrato a la Naturaleza
PERÚ| 7 MAY 2021| 11:19 CEST
Fui contratado por National Geographic y pensé que era la oportunidad de mi vida. Me habían destinado a la sucursal de Ucayali en el Perú para hacer un reportaje sobre la Amazonía peruana y su intensiva deforestación.
Cuando llegué a Ucayali, me documenté sobre los requisitos que se les exigían a las empresas extractivas, según ellos, todo se realizaba dentro de la normativa del Gobierno. También lo hice sobre las tribus indígenas, su habitat y su problemática, ya que existen muchas reservas en la selva. Estas empresas los están desplazando, cortando árboles y arrancado la maleza del lugar viéndose obligados a marcharse en pequeños grupos familiares hasta las fronteras de Argentina y Chile.
Al visitar por primera vez la zona forestal, no podía dar crédito a lo que veía. Había muchas hectáreas de árboles talados y se habían perforado pozos para el regadío de la tierra. Pero además de utilizar los distintos acuíferos, observaba atónito como grandes excavadoras sacaban tierra de forma agresiva y dejaban enormes socavones. El terreno temblaba bajo mis pies, y todo esto suponía un peligro para a sus habitantes cuando llegasen las lluvias. El lugar era increíble por su clima, su flora y fauna: el terreno estaba cimentado en una zona donde se formaban charcos y lagos en la temporada de lluviosa y donde hacían su aparición infinidad de animales y anfibios. Eran pequeños oasis de vida protegidos por la naturaleza del lugar. Me dejé caer bajo un árbol para observar y poder ser objetivo, pero lo que veía no dejaba dudas. La desforestación cambiaba la naturaleza, la gran amenaza eran los madereros ilegales que buscaban caoba, conocida como el ‘oro rojo’, y la minería. Decidí ir donde estaban las tribus desplazadas, para preguntar a los nativos y que ellos me dieran su versión. Después de muchos kilómetros de selva encontré a los Isconahuas. Nadie quería hablar, sus ojos me miraban con desconfianza: parecían asustados. Los niños estaban semi desnudos, solo disponían de algún trozo de manta vieja y raída para taparse y los más ancianos estaban acurrucados junto a las chozas.
Cuando me iba del lugar, un chico se apartó del poblado hecho con ramas y me comentó que su aldea se había inundado por las lluvias torrenciales y tuvieron que salir hacia las tierras más altas del bosque. Habían perdido las cosechas y sin comida, ni opciones para encontrarla, intentaban sobrevivir pescando en el río y cogiendo raíces de árboles que machacaban para hacer una pasta y poder comer. Desgraciadamente, estaban amenazados si denunciaban, les habían robado las tierras y temían por sus familias. Todo esto afectaba a su modo de vida y, por lo tanto, a su propia supervivencia. Como ocurrió hace varios años con la tribu Murunahua que además de perder sus tierras, las enfermedades los arrasó muriendo el 50% de ellos, la mayoría de catarros, gripe y otras infecciones respiratorias.
Algunos periódicos oficialista del Perú, escribían en artículo que los indígenas habían sido ‘creados’ por medioambientalistas para que se opusieran a las prospecciones petrolíferas y talas de árboles.
Ante tanta burocracia, falsedad y dejadez de las autoridades decidí escribir este artículo para la revista en la que ahora relato algunos párrafos.
El impacto que produce la actividad humana sobre el medio ambiente es muy dañina y compromete la sostenibilidad del planeta. La degradación de la tierra, la presencia de minerales nocivos para la salud en el agua y otros problemas hacen que actividades vitales para la subsistencia como la agricultura, pesca y caza disminuyan y que incluso en algunos territorios se extingan. Esta degradación tiene un mayor efecto sobre la población más pobre y vulnerable como los pueblo nativos del Amazonas, ya que su supervivencia depende de ello. Pobreza y Medio Ambiente constituyen un círculo vicioso. Debemos limpiar el planeta de las malas hierbas, como Gobiernos manipuladores, empresarios avariciosos y ciudadanos pasivos e insensibles. El mundo debe reconocer a los propietarios de sus tierras. Tenemos que recobrar el juicio y darnos cuenta de que el poder y el dinero no garantizan la supervivencia, que debemos adaptar nuestro desarrollo económico a la capacidad real del planeta y cambiar el modelo de consumo que hemos sobreexplotado.
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