Recordaba que era época de sequía y que cada día era igual al anterior, sentía como esa sequía intelectual le minaba la autoestima. ¿Qué pasaba? Yolanda siempre había sido tan supuestamente creativa o se había sentido tan creadora de historias. Sin embargo, ahora no podía relacionarse con nadie. Algo en su vida se había roto y no sabía porqué. El sentido de la vida, la realización personal, todo lo que le importaba lo había focalizado en la escritura. Su única fuente de ingresos, su único amor, su reafirmación de que era útil para el mundo y para ella misma. Y ahora, ¿qué podría hacer?, ¿qué sería de ella?, ya habían pasado tres meses y cada vez era peor.
Esa mañana se levantó con otra actitud, una fuerza recuperada, se había acostado desesperada la noche anterior y se había levantado con fuerza. Supo que tenía que cambiar de espacio para que, o bien esa inspiración perdida volviese, o bien para cambiar de aires y volver a sentir algo en su vida. Nuevas experiencias quizá le estarían esperando a la orilla del mar en un lugar que, en la información que buscó por internet, era poco menos que el paraíso.
Sacó todos sus ahorros, empaquetó lo que quería llevarse, hizo la maleta con lo imprescindible. Lo demás lo iba a donar, tirar, ya vería lo que haría con eso más tarde. Y voló rumbo al paraíso, a ese lugar que se le vino a la mente aquella mañana de certezas recobradas.
Al llegar a aquel lugar de Costa de Marfil, no se sintió extraña. Salió del pequeño aeropuerto de Abiyán rumbo al hotel de estilo colonial que había buscado y reservado desde casa. Sus posesiones, dos cajas y una maleta que se las llevarían al hotel, ya lo tenía todo previsto.
Toda esa vorágine, esa vida que transmitían todas esas personas que, con apenas nada, quizás, fuesen mas felices de lo que ella lo hubiera sido antes. Sus sonrisas limpias y auténticas le habían devuelto la suya. Había recuperado la alegría de vivir en tan solo un instante.
Luse Pistila
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