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La fiesta en blanco

     

En primavera, cuando decidí escribir, lo primero que hice fue hacer una lista de las personas que tenía en los diferentes grupos de WhatsApp, las cuales me llevaba genial con ellas.

Empecé seleccionando a las chicas para luego finalizar con los chicos. Pues quería hacer una gran fiesta, la cual llamaría "La Fiesta en Blanco".

Ya disponía del lugar. Aquí en el municipio de Las Lagunas de Mijas. Una extensa finca muy bien acondicionada, con cocina equipada, baños, una gran zona ajardinada con césped natural, árboles y palmeras. Compuesta por mesas, sillas y hamacas. Para uso y disfrute mientras se comía y tomaba el sol. Una moderna piscina en un lateral de la zona. Con una capacidad para cuantos decidieran meterse y remojarse. 


Acogedora y tranquila finca al aire libre. Fuera del bullicio de la ciudad.

Sería una gran fiesta, a la cual asistirían personas con valores y que fueran muy humanos y solidarios con el prójimo. No más de cien personas, porque sino ocurriría lo mismo de otros años. Avaricia por la comida, peleas, groserías y faltas de respeto. Desperdicios en el suelo y no en las papeleras, etc. Ya había yo acudido a otras fiestas similares. La de "Fiesta de Disfraces", "La Hippy". Y fueron un tanto decepcionantes, la verdad. 


Cobraría quince euros por la comida hecha a la barbacoa y también habría comida vegetariana. La bebida se compraría allí, en la barra, a precios módicos y todo lo recaudado, se le daría a Nancy, una chica de cuarenta y siete años que estaba en paro, ya no recibía la ayuda, estaba soltera y con dos hijos, que necesitaba alimentar. 


Contraté a los que harían la carne al carbón también. Uno de mi amigos era el DJockey. Con su buena equipación de música bailable. Hubo otra buenas amigas que me ayudarían a decorar con los adornos de cortinas blancas y flores. Todo estaba listo para el gran día.


El día 1 de mayo , que la mayoría no trabajaría, se desarrolló. Requisito vestimenta blanca. Un listado terminado y confirmado de cien personas. Se les asignaba una pulsera al llegar, para darle más glamour y verificar que se había pagado. Día soleado y muy apacible. Sin viento.


La gente iba llegando a diferentes horarios, puesto que tenían otras prioridades más relevantes a las que acudir. Esta vez, todo marchaba a la perfección. La gente se divertía, comían, bebían, conversaban, otros cantaban y bailaban o se bañaban. 


Hubo un chico entre los asistentes, que apenas hablaba. Se dedicaba a sonreír y a abrir sus enormes ojos celestes de par en par, cuando veía algo que le sorprendía.  Tal como escuchar cantar a otra chica, que lo hacía fatal. Aunque aquel chico no tuviera repajolera  idea de lo que cantaba ni hablaban en aquel lugar. Pues era griego y recién acababa de llegar a España. La mímica, usaba de momento, como lenguaje internacional.




Alicia Salido 


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