Como el agua que discurre por el río Turón, pasó mi vida y hoy, al igual que él, estoy rodeada de un bello vergel: mimados recuerdos que vienen a mí, sentada en silla de enea a la puerta de mi casa
Desde aquí, diviso la Iglesia de los Remedios donde, rezando a Nuestra Señora de Villaverde, doy gracias porque me acogió desde mi nacimiento y en su recinto celebré los actos religiosos más importantes de mi existencia.
Veo casas encaladas donde los las ardaleñas trabajan afanosas, dando brochazos con sus escobillas de esparto y cuidando macetas de rojos geranios que lucen las fachadas primorosas. ¡Pero qué bonitas están!
Ahora me viene a la mente el Castillo de la Peña, que rodea el pueblo. Donde entre amigos, después del colegio, jugábamos al escondite; entre sus viejas piedras nazaríes. Risas y tonteo de la adolescencia en la que compartíamos la merienda, las típicas galletas de almendras casera, que mi madre nos envolvía en una servilleta bordada de mi bisabuela
El puente de los romanos sobre el río Turón era otro de nuestros recorridos los domingos por la mañana. Y entre semana, la Cueva de Ardales, o de Doña Trinidad, donde nuestra amable profesora nos llevaba para darnos clases sobre la pintura rupestre que en ella se encuentra. La fuente del arroyo de Cantarrana, de aguas sulfurosas, a la que tanta fe le tenemos los lugareños. El jardín de los poetas, donde Bécquer, Machado, Lorca y Alberti ponían sus versos en la boca trovadora de mi primer amor, al arrullo cantor de los pájaros.
Caminar y correr por sus calles, disfrutar de su alegría, de su famosa romería y, sobre todo, ir a la llamada de la Fiesta de la Matanza donde hoy en día se puede disfrutar, en la plaza principal, de chacinas de cerdo asadas en una gran hoguera; bebida y cante de verdiales y… ¡olé y olé, era y es lo más de mi gente! La fiesta cumple veinticinco años y continúo el compás del cante dando secos golpes al suelo con mi bastón de madera.
Y algunos hechos no rememoro, la edad borró las huellas mis recuerdos y habrá algunos que, desgraciadamente, se queden al borde del camino.
¡Ay, mi pueblo! ¡Mi pueblo de Ardales, Villa en Andalucía sin igual!
Isabel Mena
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