Era una noche de granizo y fuerte lluvia en Alhaurín El Grande. Tras unos ventanales, se reflejaban unos ojos temerosos. Sobre el alféizar unos brazos apoyados equilibraban el movimiento de la cabeza, los oídos agudizaban el sonido del torrente de agua que pasaba por debajo de la casa arrastrado todo a su paso. Sus pensamientos la llevaron a una situación penosa que ocurrió años atrás, cuando un aluvión penetró bajo la puerta de la planta baja hasta cubrir un metro de agua. El mobiliario quedó inservible y la Duquesa, como la llamaban desde muy pequeña, destrozada. El panorama de esa noche se presentaba igual y la inquietud la hacían virar.
Tras varias horas de vigilia, la chica se apartó de la ventana y se sentó en el filo de la cama, a la espera de que amainara el tiempo. El peso de los ojos hizo su trabajo, se encontraba somnolienta, hasta que se durmió. Nada podía prever lo que le esperaría al despertar.
Durante sus sueños navegó entre los recuerdos de su niñez. Se situó entrando en la parroquia, Nuestra Sra. De la Encarnación, vestida de comunión; se paró ante una Virgen vestida de celeste cielo, la llena de Gracia. Después llegó a casa, donde le esperaba una bonita fiesta con chocolate caliente, dulces, salados y refrescos: Fanta, Coca-Cola, Casera…. Muchos regalos. Todo lujo para esa época. Se sentía muy feliz, bailaba de una manera muy especial, reía sin parar, hasta que algo la golpeó y zarandeó:
—¡Carmen! ¡Carmen!
—¡Que ocurre! —dijo soñolienta.
Pero no había nadie. Se aupó de la cama y se acercó a la ventana, un rayo de luz la cegó en la oscuridad. Abrió ambas alas, llenando la estancia de claridad. El día había amanecido repuesto después de pasar una noche cerrada y maltrecha.
Impaciente, bajó y comprobó que todo seguía igual, la lluvia no había invadido su morada. Sintió una alegría tan grande que se le antojó comer chocolate con churros, quizás en su subconsciente quedaban restos de sus sueños.
Mientras degustaba su desayuno cogió un periódico del mes anterior y leyó: «Alhaurín el Grande acoge desde hoy los actos de Semana Santa, que arranca con la primera de las representaciones en vivo de la Cofradía de la Santa Vera Cruz y de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Las dos cofradías rivales que agrupan a los vecinos de la localidad, los Verdes y los Moraos, portan sus imágenes en los recorridos procesionales entre el Jueves y el Viernes Santo, además de las representaciones en vivo de la Pasión de Cristo».
La lectura fue interrumpida por una voz:
—¡Hola, Duquesa! ¿Estás preparada para la procesión del Día de la Cruz en mayo? —dijo una voz conocida.
—¡Hola, María! A ver si tenemos suerte y no nos llueve, porque el tiempo está como mi cadera, dando guerra—dijo a modo de broma.
Desde su nacimiento su cadera era especial, la hacía andar de una manera magistral, quizás por eso la conocían como La duquesa. Durante su vida tuvo muchos altibajos, operación tras operación. La enfermedad de moda también paso por su cuerpo, pero sus ganas de vivir la hicieron avanzar y disfrutar de la vida.
Hoy, día tres de mayo, su mirada vuelve al cielo. Tonos grises sobre blanco algodón diagnostican posibles lágrimas del cielo. Sus caderas hoy vuelven a doler y le pide a su Virgen de Gracia que la ayude. Dándole gracias a Dios.
La hora no espera, se acicala y se aleja ataviada para el protocolo, el evento está a punto de empezar. Sale de casa en dirección a La Ermita de la Vera Cruz. El cielo ha abierto un rayito de ilusión, dando un respiro a La duquesa que agarrada a su vara de plata se coloca y comienza el desfile, pateando todas las calles de Alhaurín El Grande en procesión. El dolor desgarrador de su cadera ha desaparecido y sigue caminando hasta entrar en la madrugada delante de su cruz de mayo, haciendo honor.
Pilar Jazmín
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