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LAS FIESTAS DE LA LUZ

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Llevaba meses esperando, meses en que mi alma se iba encendiendo, como se enciende mi pueblo a entradas del otoño. Con el pasar de unos días en el mes de septiembre que todos los años mi pueblo marca en su calendario y los cuales, se tornan festivos, comienzo a esperar, a su fin y con ansias, la llegada de esos días festivos del próximo año.

Contaré el por qué, mientras continúo disfrutando de mi viaje en este asiento de este cómodo autobús en que ahora viajo, aunque antes daré un dato el cual aún no he dado, diré cuál es mi pueblo o ese del que tanto presumo. O, mejor, solo daré unas pequeñas pistas.

Para comenzar, se encuentra en Málaga, un pueblo de casas blancas y patios con geranios y flores que lo engalanan todo el año. Pudiera ser por ejemplo que cualquiera piense que hablo de Mijas Pueblo y sin restar importancia a Mijas la cual -¡también es bellísima!-, adelantaré que no se trata de Mijas .

Por dar una leve pista, por si sirviera de algo. Su nombre está compuesto por cinco letras. Y… a ello sumaré una segunda pista: que en él sale la luna más bonita y luminosa en el mes de septiembre que la que pueda salir en cualquier otro pueblo de Málaga.

Comienza septiembre y, aún cuando el calor y oficialmente el verano no ha marcado punto final, mi alma comienza a sentir un calor no propio del que dan las altas temperaturas en meses estivales, sino otro calor, un calor, —¿cómo lo diría…? —espiritual. Mi espíritu se eleva y se enciende al paso que se encienden hasta veinticinco mil velas en esa noche del mes de septiembre. En mi maravilloso pueblo.

Todo el año, al pasear por las calles, a veces sola y a veces de la mano de mi esposo Daniel, o de la mano de mis hijos, me gusta recapitular y traer a mi mente el recuerdo de sus hermosas calles y toda su villa encendida e iluminada.

Mientras camino me pregunto si al siguiente año serán esas fechas y sus fiestas tan bonitas como el año anterior o si acaso, llegará a superar mis expectativas. Como fuere, para mí, las fiestas de mi pueblo o las fiestas de la luz, como yo las llamo, son las más bonitas del año.

Sueño con ese día todos los días del año, con sus luces, con sus velas, con las largas veladas hasta altas horas de la noche paseando, oliendo ese agradable olor a jazmín y a dama de noche que parece apoderarse de las noches de verano y disfrutando…, riendo con la familia y amigos, escuchando sus espectáculos de música andalusí y sefardí que tanta tradición suman a mi pueblo y el soñar me hace revivir cíclicamente una y otra vez una fiesta que en mi alma, perdura cada día y a cada hora.

Si piensan que estoy loca, es porque aún no hay estudio ni ciencia que haya podido dar explicación a por qué en estos días de fiesta, en el mes de septiembre, la luna en el cielo toma una forma especial que nadie imaginará… toma una sutil forma a mora…Sí. Han leído bien. A mora (Y he aquí otra pista para que tratéis de averiguar de qué pueblo y de qué fiestas hablo). Y además de con sus fiestas, vivo obsesionada con querer saber de este misterio.

Aún no he resuelto ese misterio, pero ojalá muy pronto alguien me sepa dar una explicación a por qué la luna se torna con esa misteriosa forma.

La luz, las velas, todo me encanta de estas fechas y estas fiestas…. Pero no hablemos de la maravillosa Iglesia de San Miguel, allá a lo alto de su campanario siente estar viajando mi espíritu cuando les escribo en este momento de mi pueblo y lo que acontece en él en septiembre y así como resuenan sus campanas todos los días del año, así me siento yo llegando este mes, este bendito mes.

Mi pueblo se ilumina, a altas horas de la tarde y durante la noche en estos días, con tan solo la luz de la luna y veinticinco mil velas que guían el caminar de ciudadanos y transeúntes que nos visitan con el afán de descubrir lo que viene siendo una gran tradición marcada por la música, el folclore, el gran espectáculo de luces y actividades que hacen de mi pueblo y esta semana, de gran interés turístico. Ninguno de sus visitantes se quiere ir sin una fotografía alrededor de las velas, las cuales, se organizan por grupos, colores, tamaños… y cada una toma una forma concreta, triángulos, círculos y hasta formas que nunca jamás habría llegado a imaginar.

Está dando comienzo otro nuevo mes de septiembre. Mi corazón vuelve a florecer y se viste con sus mejores galas para visitar a mi pueblo en sus mágicas noches de fiesta, las cuales lleva todo el año sepultado en el olvido de muchos, aunque como digo en mi mente, cobra un sentido especial y para ella, para mi mente, su recuerdo es imborrable.

Puedo comenzar a divisar mi pueblo desde el asiento que ocupo en este agradable autobús, por ello es que me toca ir poniendo punto y final. Allá a lo lejos ya se divisan las luces de las velas y la luna en el cielo, que por el momento, no logro deducir qué forma tiene hoy, pero que ya está haciéndome soñar y cuestionarme mil y una preguntas.

No acabaré el viaje sin que el mundo sepa cuál es mi pueblo, ni de la fiesta de la que tanto hablo. Y llegado el momento … sólo me resta informar con gran júbilo que se trata de Guaro, mi pueblo, y esa fiesta de la que tanto he contado desde el principio, se trata de las fiestas de la Luna Mora. No tienes más que visitarla y entenderás que, lo que traté de contarte aquí, no tiene palabras que lo expliquen. Que su cielo y su luna necesitan de una ciencia especial, y no descubierta, para definir tanta belleza.


Nala

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