Por primera vez la puerta de su habitación estaba cerrada. Tras la desaparición de nuestro compañero, el instituto se cargó en aquel ambiente insólito. Todos los alumnos compartían cuarto, excepto Robin. Nadie sabía porque no tenía compañero, muchos de ellos lo excusaban de ser “demasiado raro” y que era mejor dejarlo solo. El chico lo definían como alguien capaz de perderse en sus propios pensamientos con tal de no enfrentar la realidad. Murmuraba frases en otro idioma y, cuando hablaba en español, siempre parecía recitar un cuento. No se relacionaba con nadie, pero iba a las clases y aprobaba con muy buena nota, por eso nunca lo tomaron en cuenta. Sin embargo, cuando desapareció su habitación se mantuvo abierta, cubierta de precintado policial y un cartel de no pasar. Estuvo así por semanas, expuesta a ser vista.
Siempre que me dirigía a mi habitación, miraba de reojo aquella habitación, ya que me inquietó desde el primer momento. Sin embargo, aquella noche todo fue más extraño de lo normal, un gélido frío inundó el pasillo y se atenuaba a medida que me acercaba a su habitación. Encontré la puerta cerrada con el precintado policial en el suelo como si hubiera sido arrancado.
El miedo creció a curiosidad y me acerqué. Posé uno de mis oídos en la puerta y traté de concentrarme en captar algún ruido, aunque fuera el más mínimo. Me sorprendió escuchar el sonido de unas olas chocando sobre la puerta. Miré hacia abajo para encontrarme un charco saliendo por debajo de la puerta, el cual crecía con calma. Di un paso hacía atrás y aclaré mi mente. Tenía que irme de ahí antes de que me viera algún profesor o algún policía.
Volví a mi habitación mas la escena no dejaba de reproducirse en mi mente. Traté de quitarme la idea de descubrir lo que ocurría, pero vi aquel charco de agua espumoso con claridad. No pude dormir en toda la noche y salí de mi habitación con la excusa de que tenía que ir al baño, no sin antes pasar al lado del cuarto de Robin. Un escalofrío recorrió mi espalda al ver que la puerta estaba de nuevo abierta, completamente seca y sin rastro de la cinta policial. Alguien había estado entrando y saliendo de ese cuarto, pero dentro de ella solo se podía ver polvo y vacío. La ventana estaba abierta y leves atisbos de luces entraban en ella, iluminando los armarios de la habitación.
Ahogué un grito cuando vi como una de las puertas del armario comenzó a abrirse despacio. Observé a todos lados del pasillo tratando de encontrar alguna persona que pudiera dar crédito de lo que estaba viendo, pero a esas horas no era normal encontrar a alguien.
Una mano empapada asomó y la habitación se inundó de una respiración entrecortada. Mis piernas se quedaron paralizadas, dejaron de responder cuando mi mente solo gritaba por escapar. Me cruzaba con Robin de vez en cuando por los pasillos, captaba mi atención ya que su posición encorvada solo le permitía mirarte por el rabillo del ojo. Mis amigos una vez me dijeron que le escucharon gritar mi nombre días antes de su desaparición. Traté de no darle importancia y, de hecho, fue un dato que olvidé hasta el día de hoy, cuando volví a escuchar como una voz húmeda y ronca murmuró mi nombre.
—Ileana —se detuvo un momento para respirar—, todo estos años te estuve esperando —Y ahí vi a Robin, esta vez mirándome directamente a los ojos. Mojado de cabeza a piernas tratando de salir del armario—. Ven conmigo, sirena mía, a donde realmente perteneces.
Y antes de que pudiera decir una palabra más, todo su cuerpo se impulsó hacia atrás mientras desaparecía su mano, la cual con fuerza trataba de aferrarse a su última esperanza.
NURA F.F
Comentários