Por primera vez la puerta de su habitación estaba cerrada. Nunca la había visto tan destrozada. Ella siempre se veía tan brillante y con un brillo en los ojos que te llenaba de vida. Las luces de su casa estaban todas apagadas y casi podías tropezarte con todas las cosas que había en el suelo. Golpeé la puerta con suavidad y al no escuchar respuesta decidí entrar. Ella se encontraba tumbada en su cama mirando al techo con lágrimas en los ojos.
La conocía desde hace años y siempre estuvo conmigo asi que la saludé y me senté en su cama. No iba a abandonarla. Traté de sacar conversación pero se negaba a hablar. Me fijé en su estado, sus brazos estaban llenos de cicatrices, el pelo alborotado y los ojos rojos e hinchados:
—-Debes de seguir adelante,eres fuerte.
Negó con la cabeza y se escondió entre sus sábanas.
—-Sé que perdiste la ilusión por la vida, pero esa gente no valía la pena
Siguió negando a todo los que le decía y respiré profundamente. Nada funcionaba.
—¿Te acuerdas del día que me dijiste que querías ser escritora? ¿O el día que te tiraste toda una noche entera leyendo y llorando por el final? —Empezó a sacar su cabeza lentamente y me miró. Había encajado una pieza del puzzle—. ¿O cuando me contaste que te gustaba ese chico y fue fatal?
Conseguí que sonriera un poco y continué nombrando recuerdos bonitos e incluso vergonzosos para que riera, y lo logré. Y juntas nos perdimos en aquellos momentos. Regresé al día siguiente y al siguiente y todos los días. No me saltaba ninguno, a veces jugábamos a algo o le contaba todo lo que me había pasado en el día. Estaba empezando a poner interés.
Después de unas semanas la convencí para me ayudara a elegir qué ropa iba a donar. Tras pasar toda la tarde mirando vestidos y pantalones, lo guardamos todo en cajas y de repente se levantó. —-¿Q-qué pasa?
No dijo nada y empezó a abrir sus armarios.
—-Yo también quiero…Quiero ayudar.
Hacía tanto que no había escuchado su voz que incluso me sorprendió. Una hora más tarde terminamos con todo y nos tumbamos en la cama completamente cansadas.
—Gracias…
La abracé y para mi sorpresa se dejó abrazar. Continué yendo todos los días y cada vez estaba volviendo a ver ese brillo que conocía y me sentía cada vez más aliviada. La animé a que saliera conmigo aunque fuera a dar una vuelta y terminó aceptando. Nada más salir se quedó embobada mirando a su alrededor. Los árboles, el cielo completamente azul, el sonido de los pájaros. Cerró los ojos e inspiró hondo.
—Estoy empezando a sentirlo
—¿El qué?
—La vida
No sé por qué, pero me hizo sonreír y la agarré del brazo para empezar a andar por las calles.
Pasaron meses en los que a veces se levantaba sin fuerzas y semanas en los que se podía ver ese atisbo de felicidad. Hasta que un día empezó a verse más, las ojeras habían desaparecido, el pelo estaba completamente liso. Ella en sí había cambiado por dentro y por fuera. Me puse detrás y la hice mirarse al espejo.
—¿Ves? Te dije que eras fuerte
—Ha sido gracias a ti
La apreté contra mi y nos miramos:
—Creo que mi trabajo ya ha acabado
—¿A qué te refieres?
—A que ya no tengo nada más que hacer.
—¿C-cómo que no?
—¿No te has dado cuenta todavía? No existo.
—Claro que existes, puedo…
—¿Tocarme? Soy parte de tu imaginación, puedes hacer lo que quieras conmigo
Se apartó y me cogió de las manos:
—¿Qué hay de todo lo que hemos vivido? Era real
—Lo era en tu mente, ¿te acuerdas de aquel libro que tanto te gustaba?
—No…
—Pensaba que ya lo sabías, soy una parte de tu imaginación que ha sido creada por los libros. —P-pero…
—Puedo convertirme en el personaje que tu quieras, siempre que sea de un libro —Sigo sin entenderlo
—Verás, estabas tan mal que tu cerebro para dejar de sufrir dejó pasó a la imaginación y como te encanta leer pues aprovechó eso para ayudarte
—¿Quieres decir que gracias a los libros estoy viva?
—Correcto
—¿Y si te necesito?
—Debes de aprender de los errores, además siempre me tendrás aquí. —Señalé a su frente y una lágrima cayó de la mejill—. Sabía que podías lograrlo
Se tiró a mis brazos y lloró por unos minutos. La separé un poco de mí y señalé a la pila de libros que tenía.
—Jamás dejes de leer
Negó con la cabeza aún con lágrimas en los ojos y la volví a abrazar. —Sigue luchando, guerrera.
Y lentamente me convertí en brillo hasta desaparecer completamente. Había aprendido a disfrutar de la vida.
Artemisa
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