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MIS MUJERES, MIS YUNQUERANAS

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Aquí, preparada para despegar del aeropuerto de Berlín a 2.882, 1 kilómetros de Yunquera, o eso por lo menos es lo que dice San Google. Parece mucha distancia, pero en tres horas y pico de vuelo y una horita larga de coche, estaré de nuevo a casa. Nada en comparación con los casi cinco años que han pasado desde la última vez. No puedo dejar de mirar la fotografía, la última que nos hicimos en el bautizo de Jimena. Mañana será 8 de marzo, el pueblo le hará un homenaje a mi abuela y con ella a mis mujeres y a todas las yunqueranas.

Esta es mi abuela. Me la imagino caminito abajo hacia los tableros, llevando al abuelo para que dé su paseíto, acompañados con su mulo para sembrar patatas o recoger melocotones o aguacates. Y el avenate. Que no se olvide el avenate para el mulo, al que cuidan más que a mi madre, según ella. Mi abuela toda una vida dedicada al cuidado de todos y, ahora, especialmente del abuelo. El Alzheimer es muy duro para todos. Pero ella no pierde la sonrisa.


Y mi madre, la mujer pulpo. ¡Por Dios, cuántas cosas puede hacer a la vez! Ahora con el grupo Pinsapo Natura, al que dedica sus horas libres tras el cierre de la fábrica de Mayoral. Espero que haya preparado un mal cocinao o una caldereta de chivo. ¡Comida de verdad!¡Dios, qué hambre!


Y la tía Carmela… ¿se estará preparando para la Pinsapo Trail? Ganó dos años seguidos. No es que vaya a poder ganar ya, pero lo importante es participar. Todo un orgullo para los Pajicientos. Los Pajicientos, esa es mi familia. Su apodo es por la bisabuela Rosario que, al quedarse viuda, se dedicó con su mulo a llevar cincuenta kilos de nieve envuelta en ceniza y paja a toda Málaga, en verano, para combatir la calima, llevando algo de fresquito desde el Puerto del Saucillo. Por lo visto, siempre tenía el pelo lleno de ceniza y paja, y de ahí nuestro apodo. Una gran mujer a la que no le importó el trabajo duro y consiguió seguir con el negocio del marido para sacar a los críos adelante. Es un honor llevar su nombre.


Y la gran tía Juana, la primera de las mujeres en sacar el trono de la Virgen de la Soledad, y la primera en todos los saraos y, por su puesto, en la representación de Yunquera Guerrillera. ¡No hay francés que se atreva con ella, ni yunquerano! Brava como nadie, cabezota es poco y divertida la que más. La temes y la amas por igual. Nunca sabes por dónde te puede salir. No sabes si te viene una reprimenda o te vas a mear de la risa.


La tita Rosarito, dedicada en cuerpo y alma a la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, la Catedral de la Serranía, como ella la llama. Siempre está liada que si por San Sebastián, que si por la Virgen del Carmen, que si por la romería de Porticarte, que si por la patrona, la Virgen del Rosario, o por Navidad. Siempre ayudando a los demás. Creo que no hay una persona más buena en Yunquera, que digo, en el mundo.

Un mensaje de mi hermana. «En el aeropuerto ¡Llega yaaaa!».


Mi Encarni, la carnavalera. Le encanta disfrazarse y cose de maravilla. ¡Qué imaginación! Y canta de escándalo. En el concurso de pasacalles brillaba. ¡La envidio un poquito!, ¡un mucho! Hasta en el entierro de la sardina enlutada, resplandecía. Como se reía de mí cuando me asustaba con el estruendo provocado por las explosiones de los petardos en la quemá de la sardina. ¡Será hija …de mi madre!


A mí me gustaba más los Juanes, en mi pueblo no es San Juan, es los Juanes. Se acababan las clases. Era el pistoletazo del comienzo de las vacaciones. Los altares que montaba con mi tita Rosarito, con plantas, colchas y la imagen del Beato Juan Duarte Martín, que teníamos en casa. Y las fogatas. Pero sobre todo a la familia reunida. Las bromas, las risas, los abrazos, los besos, el amor de mis mujeres.


—Señores pasajeros en breves instantes tomaremos tierra…


¿¡Manolito!? He confundido al azafato con Manolito hablando por el megáfono. El ataque de risa me hace llorar. Ya en casa.


Carmen Pérez

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