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PENSAMIENTOS DE UNA TARDE

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Hoy, reposando en mi sillón, me eché a caminar con el pensamiento mirando a través de mis raíces maternas.

Seis hermanos vascos de nacimiento, pero con raíces manchego-andaluzas. Pienso de dónde vengo y me siento orgullosa.

Recuerdo a mi madre contándonos anécdotas de su niñez en su pueblo situado en la Comarca del Guadalteba, Málaga, que llevo en mi corazón como oro en paño. Conocí tu pueblo, madre, sin conocerlo, porque tú así lo describías.

Las calles empedradas, la bajada de la calle Grande, la subida de la calle San Francisco, que se unen en los Cantillos, donde en Semana Santa se mece la Esperanza ante nuestro Padre Jesús el Cautivo. En el Domingo de Ramos estrenando tu vestido, porque así era la tradición, y en la mano ramita de olivo.

En Navidad el olor a empanadilla y pestiño que esperabas con deseo y ansiedad para celebrar que había nacido el Niño.

No puedo dejar atrás los cuatro cerros que guardan tu pueblo: La Camorra, El Camorrillo, San Cristóbal y el Castillo. En este último, alzando su vista al cielo como si quisiera coger una estrella, el Castillo de la Estrella.

Cuantos recuerdos vividos, madre, desde que marchaste de tu tierra. Siempre contados con nostalgia. Y orgullosa decías que tu pueblo se llama Teba.

Teba, hermano de siete más y unidos entre sí por caminos de arrieros, campos de olivos, girasoles y espigas. Caminos que recorría el abuelo con su mula, vendiendo hortalizas de temporada y enseres necesarios para la vida, y cuando el volvía a la casa con la caída del sol, todos salíais a recibirlo con júbilo y alegría.

Así nos lo contabas, madre, porque en tu pueblo así lo vivías.


Arantxa León

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