¿QUÉ PASÓ CON LUCÍA?

Por primera vez la puerta de su habitación estaba cerrada, necesitaba estar sola, pensar en todo lo ocurrido la noche anterior. Intentar digerir todo el dolor que llevaba dentro. Era la primera vez en años que necesitaba esa soledad, el vacío que sentía en su pecho era tan profundo que no sabía si podría salir de él.

Sentada en el suelo mirando fijamente a los armarios del fondo dejó divagar su mente. Sin darse cuenta las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

La noche anterior todo parecía perfecto, había quedado con sus amigos y se disponían a pasar una velada inolvidable. Y en algo tenían razón, esa noche no la iban a olvidar en la vida. Estuvieron cenando en el bar de siempre, entre risas y alboroto llegó la hora de irse, todos propusieron continuar con la fiesta, menos Lucía, ella no estaba muy convencida.

—Vamos no seas aguafiestas —le dijo Mario.

Tras mucho pensárselo al final decidió acompañarlos, estaba nerviosa desde hacía un buen rato, tenía un mal presentimiento. Los cinco se montaron en el coche de Mario y se dirigieron al primer bar, allí las copas venían unas detrás de otras, bailaban y reían si parar, ajenos a todo lo que vendría después. Sobre las dos de la madrugada decidieron cambiar de ambiente.

—Un momento —dijo Lucía—, voy al baño.

Los demás se quedaron esperándola en la puerta del bar, fue Marta la que se preocupó primero.

—Oye ¿no lleva mucho rato ahí dentro?

—Será mejor que entres —le contestó Mario.

Al llegar al baño Marta vio como todas las luces estaban apagadas, y no había ni rastro de Lucía. Salió corriendo a dar la voz de alarma a los demás:

—Chicos, Lucía no está —dijo con voz agitada.

—¿Qué dices? Anda, Marta, que estas borracha —apostilló Mario.

En ese momento salió el camarero con la chaqueta de Lucía en la mano.

—¿Es de tú amiga? —le preguntó a Marta.

—Sí —susurró.

—Pues toma, vamos a cerrar.

Mario estaba perplejo por la situación, y como pudo le contó todo al camarero.

Este les sugirió que llamaran a la policía lo antes posible. Cansados estaban ya del interrogatorio, poco más podían añadir, pero los policías insistían una y otra vez con tal de encontrar alguna pista.

—¿Cómo podía perderse alguien dentro de un bar? —se preguntaron todos una y otra vez, pero nadie les daba respuesta.

Era como si a Lucía se la hubiera tragado la tierra. A eso de las siete de la mañana un policía muy amable se dirigió al grupo, presentándose como unidad de desaparecidos. Le dieron la foto de la chica y contestaron nuevamente sus preguntas.

Poco a poco todo el mundo fue abandonando el lugar, solo quedaron ellos. Mario, nervioso por lo ocurrido, decidió andar un poco por la parte de atrás del bar. Sin querer tropezó con algo y vio que era el bolso de Lucía. Dentro había una nota arrugada que ponía no me busquéis.

Como pudo se la entregó a sus amigos y decidieron no decir nada. Ellos solos cargarían con el pesar de no saber qué le pasó en realidad a Lucía. Pasarón varios años y nunca más volvieron a hablar del tema, para ellos era como si esa noche nunca hubiera existido. Pero siempre tenían esa pregunta en la cabeza por mucho que quisieron olvidarla no pudieron. ¿Qué pasó con Lucía?

Susana López